Emily.

Suena tonto... pero habitualmente escribo pensando en la historia de una chica... se llama Emily y ha estado presente en mi vida hace mucho.

Hacía tiempo que lo deseaba.
Correr, huir, escapar de todo lo que la rodeaba, sentirse feliz y libre.
Darse un gran respiro... un minuto solo para ella y su intimidad.

Y corrió, no sabía hacia donde ni muy bien porque, pero tenia claro que quería volver a empezar de nuevo su cuento de hadas.

De repente se detuvo y observó. Se encontraba en un campo lleno de flores de todos los más hermosos y perfectos colores... cubierto por un cielo azul con apenas unas nubes blancas que parecían de algodón. Creía estar en uno de sus sueños , aquellos de los que jamás quería despertar. Pero ahora era todo completamente real.

Cerró los ojos e intentó sentir la felicidad de estar libre del mundo y sus estúpidas complicaciones... libre de la guerra... libre de todas las atrocidades con las que día a día la gente se iba eliminando por opción propia.

El aire primaveral que respiraba era para ella el aire de la nueva vida.

Se sentía tan feliz que creía no haberlo sido nunca antes y se tumbó en el pasto creyendo que jamás se levantaría de aquél paraíso imposible.

Estuvo mucho tiempo recorriendo el lugar, sintiendo el aire y el cielo, oliendo el aroma de aquellas flores. Pero de repente una mano la cogió del hombro suavemente y se la llevó, mientras una voz familiar le hablaba cariñosamente al oído... la realidad.

Y mientras se marchaba observaba el paisaje creyendo que algún día dentro de algún tiempo volvería a sentir esa libertad. Fue entonces cuando sonrió y una lágrima se asomó y cayó suavemente por su mejilla.

Había descubierto que algún día sería feliz para siempre.