viernes, 20 de febrero de 2009

Es increible como el ser humano teme a desnudarse. No me refiero a físicamente, hemos roto con la barrera física, el cuerpo solo es carne, y al final la carne acaba estropeandose y pudriendose. Es impactante como nos ocultamos tras mascaras, disfraces permanentes que impiden a los demás disfrutar de nuestra forma de ser. Como acabamos desconfiando de todo el mundo, porque al fin y al cabo todos llevan máscaras que al descubrirse nos decepcionan. Tenemos tanto miedo a la soledad, tanto miedo al rechazo que hacemos todo lo posible para evitarlo, sacrificamos lo más preciado que tenemos, nuestra individualidad con el fin de agradar a aquella persona que tenemos cerca. Estas mascaras hacen que creemos espectativas que realmente son falsas. El miedo a hacer el ridiculo, a que nos rechacen por ser únicos, a la soledad, vence a nuestro espiritu y lo somete a una carcel, a una penitencia autoimpuesta. El fin no justifica los medios, perder nuestra particularidad, aquello que nos diferencia de los 6000 millones de personas de esta pequeña mota de polvo que gira uniforme en el universo no es justificable. Las cosas bellas no son las homogeneas, sino las únicas, aquellas que solo puedes hallar una vez en la vida. Un cuerpo perfecto, una forma de ser perfecta, unos gustos perfectos... todo para agradar a los demás, mientras nos preocupamos por ser parecidos perdemos los que nos hacen realmente bellos, aquello que nos diferencia. Mientras procuramos ser iguales perdemos la oportunidad de ser unicos.
Solo tenemos que ser unicos, por encima de todos, aunque eso nos dificulte la vida, porque serémos personas extravagantes, unicas, unos locos en el mundo de hoy. A veces para sobrevivir hay que seguir la corriente, pero otras es mejor ser como el salmón y remontar el rio, para llegar a aguas mas claras, allí donde otros no llegan.


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Que cierto es. Al leerlo me pareció que yo misma lo había escrito. Porque es justamente lo que yo pienso, siento y creo en cada momento.

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